viernes, 10 de octubre de 2008

En el camino

Así como Bruce Willis se entera que esta muerto y la película va contando sus últimas anecdotas hasta los títulos, El Suri comienza su vuelta a casa, de a poco.

Estoy aprovechando a escribir desde un lugar con una ventana que me muestra árboles de hojas naranjas, y me deprimo. Un perro ladra a lo lejos, y me deprimo. Una señora muy mayor me hace la seña del ancho de basto y del dos, y me perturba muchísimo (Además, sólo tengo para el tanto). Pero ¡Hey! Ya extraño a la gente, y la hora de tomar el camino de vuelta, por promesas, proyectos y familia es justo el indicado. No puedo quejarme de nada: 4 meses dando vueltas por lugares increíbles y conociendo gente linda, vistas magnánimas y gente cantando "comiendo chorizo me siento mejor". De cualquier manera no sólo fue la gente y los lugares. Los momentos en compañía, los momentos solos, el compartir y el reencontrarse.. Tanto los momentos de goce como los de displacer sirvieron para llenarme del viaje, para volver al cemento, donde la gente que quiero está y prepara el agua para un mate.

Buenos Aires, una excelente ciudad para extrañar.

Aproveché un paréntesis del regreso para escribir sólo unas líneas. Después de pasar 3 semanas inimaginables en Iruya, volví a Salta, donde comprendía los últimos momentos del viaje. Volví a una ciudad grande, para ir aclimatándome. Sin embargo, hoy no tengo tanto tiempo para escribir lo que pasó en estos últimos veintitantos días, por lo que lo haré en los próximos días, donde espero tener paz mental para explicarles con paciencia (en contraposición a mi ansiedad) cómo están siendo los últimos días.

Pronto nos veremos las caras con la mayoría. Sólo me resta agradecer los esfuerzos y el soporte que me han dado muchos de ustedes, con palabras y acciones. El momento de que se me graben frases para contar anécdotas empiezaaaa......ahora.

Próximamente, una sinópsis de los últimos días y el resultado del viaje en general.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Una de Cowboys..

¡Bom dia, Comunidade!
Ya ha pasado mucho tiempo desde la última entrada y de la experiencia en Perú, y como dijera alguna vez Ernesto Acher, "Con mis fuerzas casi extintas a vasto imperio llegué, puse pie en tierra de Incas; o sea, hice hincapié". Pero el tiempo de cruzar fronteras me llamaba de nuevo. Es así que volvimos a Cusco después de aquel mediodía en Ollantaytambo (y después de dormir en una cama bien cómoda, en una habitación con una ducha normal).

Todo fue planificado en Cusco para cruzar hasta La Paz en una noche. Luego de sacar boleto hacia la capital boliviana, el viaje fue (ya a esa altura del partido) un viaje más. Un viaje más donde me embaucaron, vendiéndome un boleto para un servicio cama que no era. Lo más parecido a que Berta, la gorda perversa, te agarrase en la cama, mientras esperabas con una copa de brandy a Milla Jovovich.

Una vez en la terminal de La Paz, fue necesario solamente escuchar el "Oruroruroruoooooooooo" para salir corriendo a comprar otro boleto para un bus que salía en 20 minutos para Cochabamba, evitando así la noche en la ciudad. Cochabamba no dio mucho de su esplendor: Sucia y tenebrosa, parecía más un Gotham City del subdesarrollo, lo cual no quitó la posibilidad comer un ratipán sin colita en medio de sus calles oscuras y alcoholizadas. Sumado a esto, de esos últimos dos días habré viajado 46 horas, dando como resultante un agudo síndrome céfalo-rectal. Sólo tuve una noche para sacarme la cabeza del culo y seguir viaje a Santa Cruz de la Sierra.

Ya casi (casi) innecesariamente, contaré acerca del viaje hacia esta, la próxima provincia. Para apresurar un poco el paso y evitar quedarnos más tiempo ahí, optamos por una opción al bus. Un poco más cara, pero garantizaba llegar más rápido y salir antes. ¿Mejor? No. Nunca he insultado tanto a un conductor en mi vida. Ni los sábados a la noche con Favio he sufrido tanto como con ese animalito al volante. Esta gente tiene como costumbre, en la situación que sea, adelantarse. En rectas, en curvas.. Donde pueden meter trompa, lo hacen. Gas para mi tesis.

Ya en Santa Cruz de la Sierra, una vez que dejé de parecerme a Mickey Mouse (evito explicar la referencia), comenzó la parte menos mochilera del viaje. Con motivo de los últimos viajes, el poco tiempo que quedaba, el stress (!) de los últimos días, y en vísperas del cumpleaños de Eve, la reserva del hotel se hizo efectiva. Desayuno buffet, pileta por la noche y la posibilidad de una ducha y una cama como la gente. Para el día del cumple de Eve pud(e)imos disfrutar del partido por los Juegos Olímpicos entre Argentina y Holanda en el colchón de la cama, trayendo el desayuno con nosotros. Justo. Mas allá de los detalles del partido, el día siguió entre sorpresas, llamados y el Mariposario, un campo gigante y hermoso a unos kilometros de la ciudad lleno de todo tipo de animales e insectos. En Santa Cruz también se pueden encontrar unos bares bien interesantes, con buenos tragos y música en vivo. Luego de un día muy positivo, aprovechando la cercanía, el destino fue Samaipata, lugar de fuertes y construcciones antiguas. Del fuerte rescatamos casi nada, mucho frío y niebla, pero del pueblo pudimos salvar un grupo de gente loca y linda, Locuras de Holanda, Risas de Israel y Amabilidad de Alemania, entre otros. Ah, del bar me quedé con un Joker para mi colección. ¡Más papas fritas!

A la vuelta, después de una noche, Santa Cruz estaba revolucionada. Previo a que se hiciera público el conflicto en Bolivia y se cerraran las fronteras, el pueblo que me albergaba pasaba una crisis de película del oeste. Fue imposible conseguir tickets de tren para cruzar la frontera, ya que al día siguiente habría paro general, y creanme, se toman muy en serio los paros allí. Así fue como a las 7 de la mañana, ávido de ver el partido Argentina-Brasil, me encontré con un pueblo fantasma. Incidentes a 2000 metros de donde estaba, entre la policia y cascoteadores, no me impidieron meterme en un bar a ver el partido (shhh, no digan nada, que no podían abrir hasta las 20hs). Vuelto más o menos a la normalidad, después de la matinee de Beijing, los tiempos no dejaron de correr. Es ahí que, después de un breve meditar, el viaje a Brasil se decidiría por la vía aerea.

Ahora dejenme decirles, después de tanto tiempo y peripecias el que me diga "Ah, sos un careta. Sos mochilero VIP", que me tomé un jodido avión para disfrutar más del tiempo es algo que puedo decidir sin que se me caigan las miguitas de mi barba de meses. Ahí, en la precisa madrugada de Agosto, despegué del suelo boliviano para iniciarme en las calles, subterraneos y vida de Brasil.

Guiado por el APB que Tarso, amigo brasilero que conocí en la oleada de Octubre 2007, comencé a meterme entre la carne de São Paulo. Al momento de mayor interacción con un inhabitante paulista, hice gala de mi artillería del idioma portugués: Obrigado y Marisa Monte ("Monchi"). Pero, ¡hey! Siempre es bueno ser agradecido y conocer la cultura del lugar. Así es que, fundidos en un abrazo, cumplimos con Tarso aquella promesa hecha casi un año atrás. Un colchón y excelentes desayunos hacían el viaje menos y menos sufrido a ojos de la cristiana concepción del mochilero. También en esa estadía pude conocer a Ger (Per, para los entendidos), un dulce de leche que nos ha aguantado el olor a pata y la falta de conocimiento del idioma. Fue ella quién me enseñó la palabra que hartas veces usé: Acho (asho). Cuando no sabía que hacer, decir o tenía que dibujar el portuñol, "Eu acho que..." aparecía como el Chapulín Colorado. Otra de las cosas que me grabé en la mente, después del clásico jugado días atrás, fue "Eu no falo de futebol".

São Paulo tiene mucha vida social y cultural, y como ciudad grande es muy organizada y las calles se notan limpias (Ah! Qué? Buenos Aires no es así?). Museos, mucho Street Art, bares... Días felices por el parque, caminando mucho para guardar los reales del maléfico Sol que amenazaba con insolarlos. He disfrutado mucho esos días. Gracias Tarso, gracias Ger por mimarme tanto.

Rápido! Próxima parada: Rio de Janeiro.

Inevitablemente algunas cosas tienen un ciclo, lo que no menciono peyorativamente, pero sí con muchísima "saudade". Así, con un agridulce dolor en la garganta despedí a Eve en el aeropuerto de Río. Luego de unos días, Tarso vino a compartir unos días conmigo, todos en casa de Gabriel, un amigo de él. Playas, reencontrarse con Orit y Shelly (Israel) y Pánico y Locura en Río, de donde salí catalogado como el primer turista que estuvo en esa ciudad y no sacó fotos. ¿Qué quieren? Estaba disfrutando de los días.. Todo quedó en Río.

De vuelta en São Paulo sufrí el comienzo del renacer. Bastante obnubilado vagaba las calles paulistas, donde veía venir un problema: Seguía viajando, o volvía? Si volvía.. Seguía viajando? Cómo se iba a suceder todo? Así me despedí de mis amigos, que me levantaron un poco con palabras y bromas. Y se venía un nuevo cruce de frontera..

Acá es donde el viaje hizo un paréntesis, donde puse prioridades, donde vi el valor y el valor me miró a los ojos y me pidio que me quedara unos días.. ¿Dónde estaba? Qué me importaba, si comenzaba a ser feliz de nuevo. Fue en ese instante que mi familia me vino al recuerdo y me dio ganas de continuar, cuando supe que las cosas, amén de desdecirme, no son ciclos que se cumplen o se rompen. Y resolví más de lo que me propuse, y seguí con mi convicción de terminar el viaje en uno de los lugares más lindos que conocí en este viaje en Suri: Iruya. Ese lugar especial, esa energía, ese momento en que casi decido dejar mi viaje. Iruya me da todo eso para los que esperan mi regreso con energías renovadas, y para los que no. Después de un breve paso del día por Salta para visitar a Mateo y a su familia de nuevo, Iruya me recibio despues de estar descompuesto del frío en la madrugada humahuaqueña, donde el viaje volvió a materializarse mochilero. He de confesar que todas las energías y planes de pasar las últimas semanas del viaje aquí fruncieron las nalgas al momento de poner pie de nuevo en suelo montañoso: A diferencia de la otra vez (temporada de vacaciones de verano europeas), este día no había un alma. Otra Iruya. Sinceramente el primer pensamiento que asaltó mi cabeza fue "Voy a volverme loco acá". Ni muy errado, esto recién empezaba.

Es muy diferente estar pasando de pueblo en pueblo a vivir y convivir en uno. Pero los planes se desdibujaban: un día amanecía en Iruya y al otro en Tilcara "porque pintó". Y otro día salís a sacar fotos del pueblo y terminás con Johnny y Claudia en un Volkswagen Gol viendo el atardecer en las Salinas, bailando en el desierto, durmiendo en el auto y despertándote para ver el amanecer más blanco de los último días. Acto seguido, cómo cuando uno sale a dar una vuelta por el barrio sin dinero, a hacer cientos de kilómetros de ruta a pie y a dedo para volver al lugar de donde nunca diste señal de que te ibas. Gracias a Dios la gente aquí tiene otra concepción del tiempo, y en vez de enojarse se mostraron preocupados.

Para cerrar quiero compartir algo muy importante con ustedes. Estar acá me desaceleró, y al parecer, y por más de haber sido esta la entrada mas escueta en descripción, todo el viaje me dió una cachetada de energía justo ayer, y desde ese momento extraño y mágico de ayer a la mañana que me siento volver, siento lo que he crecido, que vuelvo a ser esa versión mejorada de mí mismo. Esa versión que muchos jodidos no quieren, que se lleva las cosas al hombro. Imparable. El viaje casi llega a su fin, y yo entiendo finalmente de qué se trata todo esto. A los que le alegra esto los recibiré con una receta de salmón rosado que aprendí en el viaje, y a los que no les alegra esto los recibiré con una receta de salmón rosado que aprendí en el viaje.

Creo que a partir de aquí solo quedarán ciertas reflexiones, pero el viaje no ha terminado. Queda mucho de mi para hacer aquí, ya que la rueda finalmente a empezado a girar. Gracias a quienes estuvieron en esa transición luego de Brasil, en quienes he podido confiar con ceguera absoluta, quienes compartieron toda esta explosión de energía y transmutación.

Al final, eso es lo que cuenta. Y se suman 8818 km. (a la m..) y a 2780m.s.n.m arriba del Suri, que hoy más que nunca tiene muchísimo aguante.

viernes, 8 de agosto de 2008

Cielo Inca (partes 1 y 2)

Parte 1: Bolivian Beauty.

La última vez que había escrito habíamos estado en una mina en Potosí, el famoso Cerro Rico, del cual, en mención escueta, no conté esas condiciones infrahumanas, con enfermedades que te hacen toser sangre, en espacios donde por días podés estar sin ver la luz del sol siendo un niño de 12 años o cobrar un sueldo que no llega a la mitad del básico en Argentina.. Pero no vamos a amargarnos! Para eso existe la vida, no este blog. Si quieren saber un poco más les recomiendo conseguir "The devil miners".

Hoy estoy en Santa Teresa, un pequeño pueblo de gente agradable y algún borracho inofensivo a las 5 de la tarde, y en el medio han pasado cosas muy movilizantes. Esta entrada prefiero hacerla en dos veces, organizando la intensidad. Además, me está agarrando hambre.

Después de huir de Potosí, la segunda ciudad más alta del mundo, con un frío calante en los huesos, la aún más colonial Sucre fue sede. A todo esto, una queja pública: ¡Basta de cobrarme derecho de terminal y de uso de baño! Seguimos. Sucre es hasta ahora la ciudad más linda de Bolivia, y digo esto a sabiendas que en los últimos tiempos reniego de las grandes ciudades. Como no existía mucha expectativa, dejé desafiante el reto a la ciudad para que me sorprenda.. Y lo hizo. Las calles estan adornadas con hileras de edificios blancos, coloniales, y la zona más cercana a la plaza principal es un relajo para el viajero cansado. Pero los dos puntos imperdibles para conocer son el mirador y el mercado central.

El mirador, como pueden imaginar, está ubicado en el punto alto de la ciudad, precedido por una plaza e inmerso en un bar con reposeras, mesas debajo de techos de paja y con música italiana, rusa y chechena que nadie conoce de fondo, pero que no molesta (proximamente: Los temas de los 80´s que nunca fueron un éxito). Era el lugar ideal para comer un rico sanguche, pedir una jarra de limonada y tirarse a leer un libro, o a hacer nada. Toda una tarde puede pasarse entre tus dedos si elegís el lugar ideal entre el sol y un poco de sombra. Luego, bajando de ese exceso de tranquilidad hecho paisaje, podías dirigirte hacia el centro urbano de nuevo y planificar la cena. Para eso, el lugar para abastecerse era el mercado central. Llegando por la calle peatonal y entrando por pequeños pasillos se ingresa a un mundo surreal de mujeres en pañoletas azules y comida extremadamente barata. Dos mujeres de ese predio me han alimentado en panza y espiritu durante mis días en Sucre: Basilia, con su stand lleno de frutas, donde no tenías que tener ningún tapujo en decirle "Basilia, quiero un jugo de piña...y de....maracujá". "Si, ia, ia".. Respuesta y manos a la obra. Para quienes van a tomar un jugo de naranja un poco aguado en La City en vaso de Martini, les cuento que estos jugos recién hechos les hacen lamer el trapo, en vasos de verdadero licuado y, no conforme con tomar uno, como Basilia siempre hace de más, te rellena el vaso de nuevo. Todo esto por la módica suma de 3 pesos bolivianos, algo asi como 1.35 pesos argentinos. Suficiente para dejar de hablar de esto y pasar a mi nuevo objeto de deseo. Desde la distancia ya la veía, con su escaso tamaño, sus ojos apenas por debajo de su gorro azul.. Yo le tiraba un beso a la distancia y ella me recibía con un característico "Hola papacito ¿Que va a ievar?". Gaby nunca dejaría que me muera de hambre, y así como yo ofrecí fidelidad, ella siempre me regalaba alguna cebolla o un tomate para el viaje. Una parte de mi corazón (el ventrículo izquierdo, para ser exacto) quedará por siempre en el mercado de Sucre.

Pero así fue, con un abrazo, un agradecimiento y un Bonobon me despedí de las dos señoras que me alimentaron durante esos días, y de Sucre, continuando mi camino a La Paz. El micro fue una experiencia de más de 7 horas, donde no estaba muy seguro si iba a poder dormir. Entre rumores de robos en las rutas, sobre todo en los viajes nocturnos (como el que estaba tomando), me sentía un poco intranquilo de cómo se resolvería toda esta incertidumbre. Lo real: el único incidente fue Rambo IV, en castellano. Un regalo del viaje fue hacer un stop en un restaurante improvisado, parada para quienes no habían cenado. Yo pude aprovechar y tirarme al pie de un pequeño cerro boca arriba a disfrutar a miles de metros del nivel del mar un cielo que se presentaba como una cúpula con manchas brillantes, desordenadas, a unos metros de mi mano.
A La Paz arribé un día domingo. Tranquilo, a diferencia de lo que me habían contado de la caótica capital. De cualquier manera había un tufillo raro, un ambiente de referendum un poco denso en el aire, por lo que ya tenía destino de paso. Un día que no pude disfrutar mucho por haber tomado mucho frío en el bus, que sea domingo.. Todo se configuró para que pueda, después de una largo tiempo, sentarme en una butaca de cine a disfrutar de una película. Muerto La paz, Viva La Paz.

Con la indecisión todavía de ir (o no) a Peru, lo mejor fue acercarse un poco a la frontera y luego ver bien qué hacer. En Copacabana, pueblo homónimo de la playa de Brasil, tuve un día de contacto con el esfuerzo. Después de dejar las mochilas me dirigí hacia la costa del lago Titicaca para subirme a un bote a remar para alejarme de la costa y de la gente; ver un poco desde lejos. Para ser la primera vez que remaba sólo puedo decir que fue una experiencia satisfactoria. Luego me dirigí a la cima del cerro Calvario para poder aprovechar la buena vista de todo el pueblo, de la puesta del sol en el lago y pasar un momento de reflexión conmigo mismo. Al día siguiente tomé un barco hacía un destino bien turístico, el cual da vida a la ciudad de Copacabana, que ha caído en la sombra del mismo: La Isla del Sol, un lugar hermoso por donde se lo mire. Este es un buen momento para decir que durante mis 4 días de estadía allí me mentalicé para no cantar la canción. Para los entendidos, La isla te hace sentir que estás en la Isla Mêlée del Monkey Island I, solo que Stan se había quedado en Copacabana rentando patos a pedal.
De norte a sur, rodeado del lago, más azul allí, es donde yacen las ruinas de donde se dice que el Imperio Inca surgió, luego de una gran etapa de oscuridad (de ahí su nombre). Fueron días para levantarse muy temprano (por opción propia, 5:30 de la mañana) y tirarse en la playa a ver las estrellas, emponchado como un ekeko, para luego ver al sol surgir, así como en las historias. Una vez más, esta vez en primer día de Agosto, me levanté temprano para celebrar el día de la Pachamama, la Madre Tierra. Esperando el amanecer de las almas después de una gran oscuridad, en el preciso lugar donde el primer rey Inca fundó el imperio, detrás de la misma piedra comenzó el día. La forma de agradecer se tradujo en un pequeño altar con una ofrenda de hojas de coca, agua, maíz, velas y sangre y una promesa. Luego de coronar el altar, un poco de música de mi ocarina y a continuar camino al lado sur de la isla. Camino que, así como todo espacio turístico y para acampar, estaba lleno de basura. La idea, aprovechando para retribuir a la Madre Tierra, fue juntar cuanto desperdicio viese. El resultado fueron 4 bolsas llenas, un mensaje y un dolor de espalda espantoso. Pero al llegar al hostal donde pasaría la última noche tuve uno de los mejores atardeceres que he visto, estampados en la ventana de mi habitación.

Al día siguiente volví a Copacabana para finalmente, sin idea del cómo y sin la capacidad de arrepentirme si hacía o no lo planeado, dirigirme a Cusco, Peru.

Bolivia me había dejado un sensación inquietante. Así como tuve la oportunidad de vivir paisajes hermosos con playas solitarias y de ver condiciones infrahumanas de vida (ya no sólo de trabajo, si se quiere hacer carrera en eso), también vi algo que me aterrorizó, que podría ser tema de larga charla. Al momento de subir al micro que me condujo de Sucre a La Paz me encontré con una niña que pedía dinero, o lo que sea. Nada nuevo para esperar en un lugar de turístas, pero, y disculpen si parece una pelotudez semántica, escuchar a la nena repitiendo primero suave y luego de forma histérica la palabra "regalame" a cada turísta que pasaba me dejo más que incómodo. Esto se vio de manera más evidente cuando en la isla lo niños se acercan y te toman de la mano para jugar o piden que les saques una foto, código que significa de misma forma pedir dinero. La formación de conciencia en esos chicos da escalofrío, si se entiende que eso es un virus que el "turismo étnico" (sarcasmo que me gusta utilizar para denominar estos caso) está instalando. Por otra parte los padres saben de esto y lo aceptan, ya no se con cuanta resignación o criterio, pero no hacen nada más para dejar de vender a sus hijos a unas lentes. Se siente como la nueva forma de cacería, un safari sin daños físicos. Hablar de esto es como discutir sobre el huevo y la gallina, pero una cosa es cierta: Los chicos saben, y sienten una vergüenza que los deforma por dentro. Bolivia es una belleza de ojos entrecerrados.


Parte 2: El Imperio del Sol.

Cruzando por Desaguadero, después de un despliegue gigante de logística familiar, pude cruzar a Peru gracias a que ya tenía en mi poder el pasaporte. Con un boleto mal arreglado en Copacabana, empezando el trayecto en un bus semicama y terminando en algo peor que el 86 a liniers a las 18hs, iba camino a Cusco. La primer situación traumática fue que, a peor cagazo que el viaje a La Paz, despertar y tener la cabeza de una mujer (dormida y roncando) entre mis pies, otra que había copado mi apoyabrazos y una última que me pateaba por detrás cada vez que se acomodaba no era la situación más relajante que uno puede elegir. Pero allí estaba, deseando llegar, dormir un poco. 7 horas de Puno a Cusco.. Luego entendería un poco la situación de las damas.
1.00 a.m. en la terminal terrestre de Cusco, y Sander aparecía como un ángel para arreglar una habitación. Si alguna vez están por esta ciudad y tienen la suerte de hospedarse en el Hospedaje Andino, nunca duden de la agudeza de sentidos de este muchacho para encontrar turístas cansados e irritados. Otra vez en un ambiente familiar, con camas cómodas y cocina. La segunda situación traumática era descubrir si estaba en Cusco o en Cuzco. Al parecer es como Brasil (o Brazil, el país que ustedes quieran). Acá lo escriben con S, así que me adapto al lugar. Entonces, Cusco ya no me encontraba tan extranjero. Los modos debían ser similares, entonces no todo estaba tan mal como en Tupiza. Sin embargo, como contracara de las pequeñas mediaciones por los precios que tenía en Bolivia, acá es peor la sensación de sentirse una billetera con patas a la vista de todo comerciante. Aquí al parecer hay que perder toda vergüenza para pelear un precio, ya que si algo cuesta 8 soles te lo ofrecen a 10 ("pero se lo dejo a 9"). Ama Sua, Ama Llulla, Ama Quella ("no robarás, no mentirás, no serás flojo", leyes Inca) parecen haber quedado sólo en el folklore del pueblo. Es una lástima que en un pueblo tan grande culturalmente, a veces haya que ser un poco más afilado para distinguir a alguien noble de quien te quiere secar, sólo por costumbre. Así todo, la gente del hostal entró en el primer grupo y dio una buena ayuda para una alternativa al predicamento que estaba presente desde la génesis del viaje: Machu Picchu.

Como todo quien hace el Inca Trail advierte de la reserva con 3 meses de anticipación y los u$ 300.- a pagar por la excursión, las chances se reducían a cero, o a tirarse a la pileta a hacerlo en menos días, por casi el mismo dinero. Pero hay alternativas, siempre hay alternativas. De esta forma, mentalizado en hacer un propio Camino Inca, fue que pasé por Santa María, Santa Teresa e Hidroeléctrica entre buses y taxis. La opción económica al viaje, un poco más vivencial, supongo. Desde hidroeléctrica hubo que apurar el paso, ya que pronto caería la noche y había que caminar por las vías del tren; tren que podría haber tomado también, pero me hubiese perdido del paisaje selvático entre penumbras. Con ayuda de las linternas, Eveline, Amir (un chico israelí que conocimos en el bus a Santa Teresa) y yo llegabamos a Aguas Calientes entre figuras gigantes recortadas en el cielo, el sonido del río a nuestra derecha y luces de hoteles al frente. Otra ciudad viviendo a la sombra del gigante. A la noche, cuando nos alistamos para cenar los tres juntos, un repentino mareo no me dejo terminar mi alpaca (rica, muy rica), y me esperaba una de las noches más horribles del viaje. Entre sudor frío y mareos dormí desde las nueve de la noche hasta las cuatro de la mañana, media hora antes de lo que habíamos acordado para encontrarnos en la plaza principal para comenzar a subir la montaña. Sacando fuerzas de algún lugar (creo que del orgullo) me levanté, me cambié y salí hacia el pequeño infierno de escaleras impares. Por lo visto las 4.30 a.m. es un horario poco original para iniciar el ascenso; al emprender el camino al puente que divide la ciudad de la montaña ya se podían divisar pequeñas luces terrestres que cortaban un poco de la oscuridad, lo que daba un poco más de fuerza para seguir (ahí recordé un poco de la experiencia en el Uritorco). Cada paso fue no pensar en nada, dejar la mente en blanco, y al momento de hacer un stop para recuperar energía, eran las olas de frío que pegaban en el sudor de la espalda las que incitaban también a continuar. No me estaba arrepintiendo, pero no me gustaba nada la idea de llegar y no poder disfrutar, viendo la bruma alrededor. Así pasaron 30, 40, 60, 75 minutos... Y los últimos 15 minutos de ascenso que se hicieron, a esa altura, unos 23 días escuchando un compatc de Roxette en eterna repetición.

Al fin, después de la hora y media, ver gente en fila esperando su turno para entrar a las ruinas fue un momento de gloria que sentí pura y exclusivamente personal por unos 3 minutos, y al rescuperarme un poco recordé a las personas que ayudaron a esto.

Machu Picchu no tenía encima la carga de ser el momento épico del viaje, pero sí era algo por lo que había estado esperando para conocer. En poco tiempo de espera ya podía entrar a las ruinas y quedarme sorprendido y de boca abierta.. En parte también porque estaba blanco cual hoja Canson y con menos piernas que Oaky. La bruma había quedado atras, el sol ya podía intuirse detrás de las montañas. Las cosas estaban cambiando. Aprovechando la energía de gran intensidad, pero relajante, fue un buen momento para elegir un lindo lugar para sentarse, meditar un poco y comer para no caer en desgracia. Después de descubrir los diferentes escenarios de las ruinas sentía la necesidad de tomar una pequeña siesta de 15 minutos (que duró cerca de 2 horas..). No me pregunten si fue la mística del lugar, el descanso reparador o qué, pero ya no sufría los espasmo, el color decidió volver a mi cara y ya no tenía más frío. De hecho, me sentía con una tranquilidad atroz, gigante. El cuerpo salía de mí a descubrir algo, a intentar de entender. No con desesperación, pero sí con un poco de intriga de alumno. Una sensación agradable que compartía espacio físico con un grupo que parecía ser el Alcoholicos Anónimos del misticismo. Sin ofensas, cada cual con su experiencia extraterreneal. El resto del día no tiene mucha explicación en palabras. Machu Picchu, por otra parte, es una muestra impresionante del trabajo y la inteligencia humana, y creo que ahí es donde reside su verdadera energía, de la gente que ha puesto cada esfuerzo allí. Luego de pasar más de 10 horas allí, el retorno a Aguas Calientes fue breve, y pasaría una noche más antes de retomar camino.

Cuando comencé la caminata de nuevo por las vías (esta vez de día), tenía la sensación de que el camino Inca no había terminado, que todavía faltaba asimilar algo, y que los días siguientes y el camino tranquilo serían necesarios. Es así que, al llegar a Hidroeléctrica nuevamente, decidí pasar unos días en Santa Teresa. Allí pasé momentos muy agradables en el hostal de Wilgen y su familia, con el que hicimos una buena amistad. Ahí el tiempo pasó entre aguas termales, jugar con Yordi (12) y Kelly (6), hacer de profesor improvisado de química (¡hacía más de 10 años que no tocaba un libro de esos!) y estar "un poco tranquilo y en familia". Aprovechando que el ambiente lo permitía, pude escribir los primeros parrafos de esta doble entrada.
Hoy ya es 13 de agosto, y estoy en Cusco pasando mis últimas horas en Peru antes de volver a Bolivia. El regreso aquí también fue bastante intenso e interesante: 7 horas caminando al costado del río, conociendo otros pequeños puntos como Quellamayo, caminando en parte por selva, en parte por ruta hasta llegar de nuevo hasta Santa María, donde no encontraría buses a ningún lugar durante más de 3 horas y nadie te levantaba si hacías dedo, hasta que finalmente llegó un colectivo a Ollantaytambo, que era el lugar elegido para pasar una noche. La única mención que haré esta vez es que finalmente pude entender a esas señoras en el viaje a Cusco, ya que tuve que ser yo en esta ocasión quien viaje por 4 horas en el suelo. Ni acostado, ni sentado, ni nada. Después de este "viaje pretzel", nada podía hacer que me desespere tanto.. Ah, sí.. Llegar a Ollantaytambo a la 1 a.m. y buscar durante una hora lugar donde dormir, en un pueblo en el cual todo estaba cerrado, o no te querían abrir. Parte del camino del Inca..

Esta vez la entrada se ha hecho más extensa que la anterior, espero no tener que atrasarme tanto la próxima vez. Intentaré sentarme tranquilo, buscar entre las miles de fotos y mostrarles un poco los highlights del viaje. Vuelvo a la tierna Bolivia, y ya hago cálculos para viajar a Brasil..

1605 km. más en IncaSuri, más el barquito a la Isla del Sol.

martes, 22 de julio de 2008

Latido Americano

Volviendo al ruedo. Dejando Salta atrás, decidimos evitar las ciudades grandes que tanto dolor de cabeza nos dieron en la última parada, y así tomamos un accidentado viaje (volviendo a una caótica terminal de Salta, pinchando un tubo de gasoil..) a San Salvador de Jujuy, sólo para trasbordar hacia Purmamarca en un viaje no menos accidentado, varados en el medio de la nada, esperando que un remís nos lleve a destino.

Purmamarca nos recibio con un hermoso y turístico cerro de los 7 colores, del cual sacamos la correspondiente foto para la familia. Por la noche pudimos festejar el cumpleaños de Julia en una peña local, donde conocimos y oímos cantar a Tomás Lipán, un cantante del pueblo hasta el momento desconocido para nosotros, pero bastante conocido, al parecer. "No te vayas, te lo ruego" (plegaria del cantante a cada mujer que se dirigía hacia la puerta) fue lo más escuchado de la noche. Más allá de eso, las jornadas siguientes fueron de contemplación ante las invasiones turísticas, en las cuales (tómenlo literalmente) decenas de personas bajaban, daban 20 pasos a la plaza principal y preguntaban precios de artesanías standard (sic) que venía viendo hace 3 provincias. Eso fue motivo suficiente para decidir continuar el viaje hacia Tilcara. Allí fue donde ocurrió la dura separación: Dylan y Julia eligen quedarse un día más.

Tilcara es un lindo pueblo, con gente amable y tranquilo.. Creo que ahí es que empecé a sentir que el viaje tenía sentido. Pude recorrer la Garganta del Diablo y ver sus cascadas, donde recargué un poco el voltaje, y sin perder tiempo huí hacia Humahuaca para un destino mayor: Iruya.

Acá se abre un capítulo aparte, y sin exagerar creo que será el antes y el después del viaje. Yendo casi a ciegas, gracias a una recomendación previa, Iruya parecía una escala más hacia el norte, donde conocería otro lindo lugar. El camino no era el mejor, pero al llegar, entre curvas y una vista inmejorable, este nuevo punto ya marcaba su diferencia. Todavía no entendía a ese pueblo colgado de la montaña (otra cosa para tomar de manera literal) cuando Camilo ya me estaba llevando a una hostería. El camino desde donde paran los buses hasta "Clarita" fue un infierno de 45 grados de inclinación -que con los días y la costumbre fue haciéndose mas afable- pero el aire y la gente que estaba allí.. Todo fue paraíso; días de sol y noches de jamming. ¿Dije que en Tilcara el viaje empezó a tener sentido? Bueno, mentí. Iruya fue huesped de mi peor día de furia en el viaje. Tanto, que casi vuelvo a Buenos Aires por la falta de energía que me había generado ese momento. Pero, así como el Ave Fenix resurgió de un cenicero, yo encontre luz donde había botas mojadas.

Fue una pena darme cuenta de eso el día anterior a volver a Humahuaca para seguir el viaje. Al día siguiente, esperando al bus matutino, a 5 minutos de tomarlo, entre el tumulto de la gente un "Dámian!!" que sonaba familiar: Julia y Dylan entraban en escena otra vez. Sí, sólo fue una separación de prueba; mucho trauma para soportar. Y, como el plan es que no hay plan, a correr para cambiar el boleto de bus y quedarnos una noche más, una noche genial entre gente linda que nos veía volver después de habernos despedido. Gracias chicos por una velada única (donde copamos un restaurant del pueblo en respuesta a un fallido asado de llama para 17 personas). Otra vez un buen momento, otra vez Dylan y Julia se quedaron allí.

Pero así como todo lo bueno tiene su fin (o su "hasta pronto..."), al día siguiente volvimos a Humahuaca, donde finalmente recibí mi pasaporte (gracias Andy por toda la logística y el aguante) y compré la ocarina que tanto venía buscando. A la mañana siguiente de haber llegado, otro bus hasta La Quiaca nos esperaba para cruzar la frontera. En el camino tuve la oportunidad de pasar por este pueblo que mencioné en la entrada anterior, Abra Pampa, donde todos los habitantes están envenenados con plomo en la sangre, y se me hizo un nudo en el estomago. ¡Ah!, si esperan alguna anecdota descabellada de cómo no me dejaron cruzar, los voy a decepcionar. Me despedí de la Argentina con un Bon-o-Bon (blanco) y un sello en mi pasaporte.

Ya en Bolivia, mas precisamente en Villazón, me encontré con un gran mercado, mucha gente yendo y viniendo y, por primera vez, tuve la sensación de no estar en mi país y la incomodidad momentánea de no manejar los mismos códigos. Si bien no pudimos tomar el tren, la opción del micro no fue tan escabrosa como me lo habían pintado. Sí las rutas no son la panacea universal y (tratando de no generaliar) el bus estaba plagado de desorganizaciones y gente que prefería no cooperar a que iniciar el viaje. Así se sucedió el viaje hasta llegar a Tupiza.

Tupiza no tuvo mucho de anecdótico, fue simplemente una ciudad para conocer y reorganizar el viaje. Para anticipar el comentario: Sí, Tupiza tiene como 7 pizzerías en 2 cuadras y una de ellas se llama "Tu Pizza" (original, isn´t it?). Me contento con adaptar el "Tu ruta es mi ruta" a "Tupiza es Mipiza". Del viaje al siguiente punto sólo les cuento que hubiese preferido tomarme el 60 a las 17.55Hs.

Para finalizar la entrada de hoy, les cuento que estoy en Potosí, una muy linda ciudad colonial con bastante historia, donde he visitado una de sus minas y he visto las condiciones en las cuales nunca querré ganarme la vida (hay métodos de tortura peores que un call center), terminando por un lindo paseo en la ciudad. Mañana sigo para Sucre, y veremos qué es lo que el destino depara.

Quiero dedicar esta entrada a la memoria de un buen amigo.

..Son otros 837 km. de viaje.

jueves, 10 de julio de 2008

Adaptarse



Evolución. Así como una mulita muere para dar paso al charango y, de esta manera, dar su aporte a la música, uno evoluciona a medida que el cuerpo y la mente lo requiere.

Hablar de evolución es ligar el término automáticamente a un cambio, un proceso por el cual algo muta o deja de ser lo que está siendo para asimilar el ámbito en el que se encuentra.


Desde Chilecito que no pude sentarme y escribir algo tranquilo y coherente, y ya he recorrido bastante como para poner las cosas al día. ¿Dónde había quedado? Cierto...la nafta. De manera rara, de esa que solo Pachamama te explica, el día, el cielo y su cortina cambiaron de un gris grafito a un azul/celeste radiante, sólo con algunas nubes dando vueltas. La noche misma de la última entrada que hice había conseguido de casualidad (casualidad: dícese de aquellas cosas que se solucionan a las 20:57 cuando el lugar cierra 20:59) una agencia de viajes que realizaría el trayecto al Parque Nacional Talampaya la mañana siguiente, así que reservé inmediatamente. De todo lo averiguado anteriormente, creo que nada me hubiese dado tanto gusto de hacer como el viaje compartido con Poly, el guía en cuestión. No sólo jugó con las curvas de la Cuesta de Miranda (lugar que roza lo maravilloso en los amaneceres, ruta que une a Chilecito con Talampaya), sino que ofreció 3 excursiones donde uno esperaba sólo 1: Lo ya mencionado, el amanecer por la cuesta y el Parque Nacional, con el agregado de una vuelta charlando sobre la gente del lugar, mate y espacio para caminar por la ruta sólo a tracción humana, con una cuesta que parecía totalmente diferente. Otros 468 km. recorridos

Luego de esta primer experiencia magnánima a nivel paisaje, ya estaba listo para continuar viaje. 196 km. en combi me separaban de La Rioja, una ciudad que sólo serviría de tránsito hacia mi próximo destino. De cualquier manera fue inevitable recorrer calles por las cuales ya había transitado hacía casi 2 años atras, volver a ver gente que ha sido transversal en una de las experiencias más gratificantes que he tenido a nivel carrera y educación: El VIII Congreso de Comunicación REDCOM se metía de nuevo en mi nariz y me llenaba la garganta de recuerdos. De repente, volvía a tener 22 años y caminaba ladeando la pared de nuestro (más que anecdótico) alojamiento; luces que se apagaban a las dos mil doscientas, chicas del colegio pasaban por un costado buscando monedas para un colectivo, un insecto que en aquel entonces molestaba a un falto de sueño estudiante de publicidad y que, sin saberlo, sería golpeada para luego ser inmortalizada como un ícono del viaje.. Juro que pocas veces se me han llenado tanto los ojos de recuerdos. En fin, la tierra de vinos, parques nacionales y ex-presidentes que hablaban de rebotar en la estratósfera quedaría atrás esa misma noche, moviéndome a otra ciudad capital.

Fue en un horario cercano a las 5 de la mañana que Tucumán me recibía dormido. He de admitir que sólo ciertas cosas me han quedado del paso por esta ciudad, la cual no tuvo mayor suerte que la de ser recibida con mi pie izquierdo. Una rara sensación de que las cosas iban cue
sta arrriba, una fuerte adicción a las Claritas (especie de alfajor relleno de merengue de miel de caña) y lo más agradable que puede tener uno en el viaje: Buena compañía. Es así como al viaje se unieron Dylan y Julia, un joven matrimonio canadiense con el cual a día hoy seguimos compartiendo el camino (mención de honor a Babsi y Sandra, 2 chicas alemanas muy agradables que también estaban allí). Debido al retraso en principio innecesario en la ciudad de la Independencia (Por cierto, feliz día de la independencia mientras el reloj siga diciendo que hoy es 9 de Julio) es que pudimos coordinar viaje todos juntos y dejar un Tucumán que, imagino, recordaré mejor si vuelvo y no tocan días tan grises.

El recorrido por todos sugerido indicaba que los próximos días serían propiedad de Tafí del Valle, ciudad tucumana a poco más de 2.000 m.s.n.m. donde hemos pasado 5 días lejos del ruido y el gris de las nubes, que había quedado -literalmente- debajo de nosotros. Con sol pleno de día y mucho frío de noche, también hubo momentos para apreciar con todos los sentidos: Calor al lado de la salamandra a leña, cenar sopas hechas por Julia & Dylan y al fin oir la tranquilidad típica de un pueblo (por más que esté adaptado al turismo). Así fue como también hicimos una caminata de unos 14 km., cortando al medio al pueblo, sólo para intentar volver y darnos cuenta que tomamos un bus equivocado que nos dejó en el medio de la ruta, entre las montañana, EN EL MEDIO de las nubes (esas que estaban debajo nuestro y que ahora nos cacheteaban con toda su humedad), todo por la módica suma de 11 km. que nos distancianciaban de la ciudad. Fallo mediante, empezamos a caminar y a hacer dedo antes de que caiga la noche y nos aplaste. De cualquier manera, y a pesar de que haya sonado a mal trago, fue un contacto muy bueno con un paisaje, que cambiaba a medida que caminábamos cada kilómetro, hablando de motos, viajes y cuántas ganas de llegar que teníamos y nadie paraba. Beginner´s experience en hitchhiking o, como ya he dicho antes en criollo, "hacer dedo". Al volver, más noche de hacer nada junto al calor de la salamandra y la tele, donde pudimos ver películas y videoclips de los cuales surgieron canciones que acompañan algunos cuelgues a día hoy.

Luego de nuestra estadía en el hostal El Cardon (con desayunos muy bien presentados y gente muy agradable como Carlos, quien toma los turnos nocturnos allí) continuamos el camino tucumano hacia Amaicha, otro pueblo a unos 51 km. aproximádamente desde donde estabamos. Amaicha del Valle, "la ciudad con 365 días de sol". Creo que varias se adjudican el mismo título, pero esta ciudad propone "no pagar si no hay sol", lo cual es bastante gracioso desde el punto que llegamos con todas las esperanzas de turistas, y mientras almorzabamos con el día medio gris, el sol salió a cagarse de la risa de nosotros más o menos a la hora del postre.. No, no aceptaron un pago al 50%. Ese mismo día fue que arreglamos la excursión a Quilmes con Sebastián, un guía de la comunidad (el que haya pensado "..del anillo" peguesé un cartel de Tupi en la frente) para ver las ruinas del lugar. Más tarde surgiría un emotivo reencuentro con lágrimas de melancolía entre mi persona y un limpiador en polvo estilo Odex.
Como una nota al margen y atemporal, quiero mencionar que tenemos a Pachamama, a Inti, a Quilla y al bloque de Ángeles del Totó (disidente) de nuestro lado, ya que en ninguna excursión o viaje extra que hemos hecho hasta este momento nos ha tocado o bien con mal tiempo, o bien con un mal guía, sino todo lo contrario. Además, éste está siendo el viaje de perder cosas en un pueblo y enterarse en el pueblo siguiente, y sin embargo han sido recuperadas (toallas, libros, protectores solares y demás son parte de la experiencia).


Continuando, un excelente día se sucedio junto a Sebastián como nuestro guía, contándonos acerca de su pueblo y teniendo una clase de historia alternativa, aclarandose muchas de nuestras dudas. La tarde siguió entre mates, pan casero y el hogar de un alfarero de un pueblo de espiritu humilde, en todas las direcciones de la palabra, para luego recorrer 55 km. más rumbo a Salta, donde nos esperaban los viñedos de Cafayate y su gente amable. Otra oportunidad para relajarnos, encontrarnos con ceremonias del pueblo, conocer nuevos sabores y entender un poco más para qué lado va este viaje. Así, otros 5 días pasaron con Julia y Eve tejiendo bajo el sol, Dylan tallando madera y yo, a fuerza de un bloqueo para escribir, leyendo acerca de escarabajos de oro y demás. Lo destacable, además de las características de su gente (la serenidad de Mariana o la belleza de esa señora color ébano, arrugada hasta el hastío y con la mirada impenetrable, por ejemplo) fueron ciertas cosas ligadas a lo gastronómico. La quinoa fue el descubrimiento vedette y fetiche, las paltas a 3 pesos el kilo y las mandarinas a $0,10 cada una... MANDARINAS A 10 CENTAVOS?! Jolín que comimos mandarinas!


Pero así paso el tiempo, y como no quisimos hacer abuso de ese hermoso lugar (además, se
venía la temporada),
elegimos continuar camino hacia Salta capital, lugar donde yo tenía una parada para tocarle las nalgas a los recuerdos de mi adolescencia. Después de un viaje un poco sinuoso y accidentado por la Quebrada de las Conchas o Quebrada de Cafayate, llegamos a una Salta que nos recibió a contramano: Al menos 7 personas abalanzándosenos, al grito indefinido de "hostel" y sus diferentes nombres, precios y matices brindados por la saliva de aquellos que gritaban sus servicios. Luego de una caminata más larga de lo esperada y la mala interpretación del precio de un hostal, no hubo reacción más humana que ponerse con un humor bien escatológico. Y así, como humanos somos, luego de un día áspero y con tintes de dividir caminos, todos terminamos bien, poniendo de común acuerdo que luego de 3 pueblos de hermosa quietud, llegar a una gran ciudad es una mierda. De esta manera, evitamos caratular a Salta con un mal mote, pero sí como ciudad de transición. Fue así como decidimos alquilar un auto y mandarnos a mudar por un día a San Antonio de los Cobres, pueblo en las afueras de Salta, por donde terminaba el Tren de las Nubes y hay mucha nada, la suficiente para helarse por la noche, pero disfrutando una vista que nunca he tenido de las estrellas, haciendo que sus 3.775 m.s.n.m te permitan pensar que si realmente querés, podés llevarte unas cuantas en el bolsillo. Creo que, si bien el pueblo fue un buen escape, el poder parar en cualquier lado y ver, por ejemplo, en el medio del calor del paraje desértico, una cascada congelada, fue lo que hizo del momento algo impagable. Fue así que dimos con un desierto de silencio absoluto mientras buscabamos las salinas que, por cierto, nunca encontramos. Ya no sabíamos si seguíamos en Salta o si ya habíamos pasado a Jujuy; no teníamos noción del espacio porque casi no teníamos horizonte, pero que buen momento... Los cuatro yendo en direcciones opuestas, saboreando lo bueno de no tener un tipo apurandote en cada parada. De la misma manera se dio la vuelta, con música cortesía del iTrip de Julia, para volver a la ciudad, ya un poco más reconciliados con la urbe. Al día siguiente yo me reencontré con un compañero del ultimo año de primario y primeros del secundario, con el cual no nos veíamos hacía casi 8 años. Una noche de bares, una tarde de mate en las afueras y un mediodía bien típico en familia, con asado y esas cosas que traen de un tirón de orejas al año mil novecientos noventa y algo en Castelar.

Y así, sabiendo que el plan es que no hay plan, sacando fotos de lo que nos gusta, sin saber si es o no un lugar histórico o turístico porque el Gol se bancó los cardones del camino, el ripio y las vueltas, fue que decidimos, antes de dejar Salta, pasar por Cachi, otro pueblo de las afueras al que llegamos ayer, enterándonos que iba a ser el centro del festejo de Salta por el día de la Independencia. Otra vez Pachamama, Chupamate, el Chupacabras y la Cachaca a nuestro favor, brindando un espectáculo al lado de fogones, después de unas ricas empanadas...de quinoa.

Todo esto ayudó también a romper algunas creencias que, ahora, veo algo estúpidas. Es como decir "Vamos a invadir Inglaterra! Hagámoslo a las cinco de la tarde, todos estarán ocupados tomando el té". Lo único cierto aquí es la hora de la siesta, lo demás es todo relativo.
Ya es madrugada, y mañana seguimos viaje a Purmamarca, Jujuy. No puedo encontrar una definición para este viaje, porque nada ha sido regular. Como se habrán dado cuenta, he tardado bastante en ponerme al día con el viaje, y quizás la mayoría no ha llegado a leer hasta esta instancia. Pero por más de que uno intente compartir las cosas lindas o anecdóticas del viaje, no puedo negar haberme encontrado con momentos duros, con realidades que a veces me hacen querer largar todo y no saber para dónde disparar, banalidades en las que uno sabe que va a reincidir. Momentos de mierda, bah. También hay que bancarse la reacción de encontrarse en un pueblo en el que 100% de sus habitantes (niños incluidos) tienen plomo en la sangre, o que hay lugares en los que el agua para todo el pueblo sale de una manguerita, y un tipo a 10 km. tiene puesta una pileta en su hotel.

Creo que he subestimado al viaje y a su efecto en mí. No sé si voy a terminar en Río a fines de Agosto, como estaba planeado, pero de cualquier manera no podría arrepentirme nunca de la decisión que tomé ni de la significación que está tomando este viaje.




Ah.. ¿Qué tiene que ver este viaje con esto de la evolución? Casi todo.

2.501 km, y el Suri se la sigue bancando.


P.D.: Pongo más fotos en la próxima entrada, esta máquina está por colapsar en 5..4..3..

miércoles, 18 de junio de 2008

Cerro Uritorco (y después)

Los días han transcurrido en Córdoba. Días de sol, fresco de noche (sólo en las sierras) y una de las postas a cumplir: Subir el Cerro Uritorco.

Situado en Capilla del Monte, este cerro se rodea de misticismo, energías y avistaje de ovnis. Para decepción de varios, no he logrado ver nada de esto (al menos no en una primer instancia) en las 3 horas que separaron a la base de la cima, ni en las 3 horas de descenso. En cambio, la he pasado muy bien con un grupo de personas que conocí camino de regreso. Interesante es ver cómo interactuan los diferentes grupos en el ascenso, siendo uno el guía de los que están más abajo y todavía no han recorrido suficiente camino, y viendo a quienes están arriba como esperanza de que se puede llegar más alto. Visión paralela aparte, lo anecdótico: Unos perros que parecían guiarnos -con mejor estado físico que todos nosotros- de aspecto chinesco en la mirada.
Luego de un poco de ejercicio, parar en Valle Hermoso fue la opción para descansar unos días, rodeado de muy buena gente que he tenido el gusto de conocer, un rico asado a la francesa y un postre por el cual mi estomago sigue pasando factura. Muchas gracias Gaby y Xavier por abrir las puertas de su casa (evitaré hacer comentarios acerca de la ventana).

Ahora me encuentro en Chilecito, La Rioja, desde la noche de ayer, por lo que dejé a Córdoba y su gente atrás en un decisión de segundos, continunado la ruta desde capital, pasando por Cosquín, trasbordando en Patquía y cruzando Nonogasta para llegar a destino. He de admitir que me fuí con ganas de compartir una última cena de empanadas con ustedes, familia de Palenque, a los cuales les agradezco de corazón la forma en la que me reciben. Gato, Gaby, Naty, Ivo... Volveré (y seré miñones). La siguiente parada es el Parque Nacional Talampaya, si el clima y el combustible (o la falta de) lo permiten. Luego, quizás, Tucumán.


Van otros 468km, y sumando...

jueves, 12 de junio de 2008

Riding the Suri

Después de unos días bastante complicados (burocracia, papeleos y demás) finalmente llegué a Córdoba, primer punto de arribo de este viaje. Sin problemas en el micro, sin cortes de ruta.. 9 horas cronometradas para dejar momentáneamente Buenos Aires y llegar al corazón del país. Aquí en el hostel ya me encontré con caras conocidas, muy buen sentimiento y el café con leche y criollas con manteca que no se hizo esperar. Siento que las cosas empezaron bien, y eso da tranquilidad y ganas para pasar una pared sólo con la intención de hacerlo. Por eso encuentro en este blog una forma de compartir esto, una oportunidad.

Y la idea de este viaje es dar oportunidades.

Si bien no hay una ruta exacta a seguir, si bien el plan es que no hay plan, no me preocupa tanto a dónde llegue, sino lo que encuentre en el recorrido. Hay olor a tierra caminada en el aire, pero es natural, y me gusta creer que el camino que haga ahora tendrá algo nuevo para ofrecer a este aire.

Esto recién empieza, y así como es, quiero agradecer a la gente que está y es partícipe del viaje: Los que estuvieron desde el principio, los que están sin estar, todos quienes se brindaron con ayuda para planificar el viaje y con provisiones. Simplemente gracias. Recuerden que la naturaleza es sabia y hace volver todo lo que se da.

Estos son los primeros 710km del viaje.